Marco histórico y cultural
Una historia común que podemos revivir a pie

Para empezar estas tres comarcas, el Ripollès, el Vallespir y el Conflent, y todo el trayecto de la travesía, compartieron señores y condes durante algunos siglos de nuestra Edad Media. Antes de que Cataluña fuera una realidad nacional, los condes de Cerdanya, bajo cuyo dominio había entre otros territorios, el valle de Ribes, son también señores del Conflent, en el que ya desde el siglo IX, cuentan con unos colaboradores militares, los vizcondes de Conflent. Un miembro de esta familia vizcondal del Conflent es el obispo de Urgell, san Ermengol (1010-1035), que, aparte de su oficio episcopal, que afectaba al valle de Ribes, tenía en este territorio, a título particular diversas propiedades, en Ventolà y en Ribes.

Por otro lado, la relación humana y económica no quedó tan rota como parece a raíz del Tratado de los Pirineos (7 de noviembre de 1659) que supuso la anexión a la corona francesa de todo el antiguo condado de Rosellón y parte de la tierra y condado de Cerdanya, quedando el valle de Ribes y el valle de Camprodon bajo jurisdicción española. Hay muchos ejemplos a todos los niveles que demuestran que la frontera no detuvo la relación humana ni hizo perder los caminos de trashumancia ni las rutas de los peregrinos que, desde Pi, por ejemplo, iban a Núria. Porque más allá de las fronteras políticas y administrativas hay y había, además de la relación humana y económica, un vínculo muy fuerte, que lo da la propia montaña, y la llama y la fuerza mítica creada por el legendario y las creencias religiosas vinculadas a dos cimas emblemáticas, el Canigó y el Puigmal.

La vitalidad del legendario pirenaico, investigado por mosén Jacint Verdaguer, recuperó un material poético extraordinario, que cristalizó en su poema Canigó (1886) donde aparecen buena parte de los mitos del Puigmal y del Canigó: el abad Oliba, los condes de Cerdanya, Núria, etc… Verdaguer y su poesía aportaron el orgullo de pertenencia a la comunidad pirenaica y la defensa y actualización de unos valores que no se ven, no sólo como parte del pasado, sino como propuesta universal de presente y de futuro: el Pirineo como referente de paz, amor a la naturaleza, solidaridad y sensibilidad, y ahora y hoy, como espacio de unión de pueblos que disfrutan del ocio y el deporte.
Hoy, actualizamos estos valores sobre los caminos que, en otros tiempos, pasaron pastores, rebaños, soldados y peregrinos en Núria, Coma de Vaca, Ulldeter y Rojà.
El monasterio de Santa María de Ripoll fue fundado a finales del siglo IX por el conde Guifré el Pelós y su esposa Guinedilda con el objetivo de repoblar el valle de Ripoll. Pocos años después, se había convertido en uno de los centros culturales más importantes de la Europa medieval. Su biblioteca custodiaba códices mozárabes, visigodos y medievales de temática litúrgica, jurídica, musical, astronómica, geométrica… El abad Oliba consagró en 1032 la nueva iglesia del monasterio, de estilo románico lombardo, con una planta basilical de cinco naves coronada por siete ábsides. El edificio ha sufrido varias desgracias a lo largo del tiempo, y a finales del siglo XIX fue reconstruido por Elies Rogent. La “Portalada”, del siglo XII y concebida a modo de gran arco triunfal, es la pieza románica más importante. El claustro fue iniciado a finales del siglo XII y se terminó a principios del siglo XVI. El monasterio fue panteón de los condes hasta el año 1162. En él están enterrados el conde Guifré el Pelós, Ramón Berenguer III y Ramón Berenguer IV, entre otros.

Fundado también por Guifré el Pelós a finales del siglo IX para repoblar el valle, lo dejó bajo la responsabilidad de su hija, la abadesa Emma, y una comunidad de monjas. En 1017, la abadesa Ingilberga y las monjas fueron expulsadas por tener una supuesta conducta moral inadecuada y fueron tildadas de “meretrices de Venus”. Pero, detrás de esta denuncia había motivos políticos: Bernat Tallaferro, conde de Besalú, quería apropiarse del monasterio y sus tierras para crear el obispado de Besalú, y por tanto, junto con el abad Oliba, ambos hermanastros de Ingilberga, se presentaron en Roma para acusar las religiosas. Con este hecho histórico se relacionará, siglos más tarde, la leyenda del conde Arnau. En el siglo XII se instaló en el monasterio una comunidad agustiniana. El año 1150 se consagró la iglesia, el actual edificio, con planta de cruz latina, de una sola nave, corta y alta. Este tipo de planta arquitectónica es poco frecuente en Cataluña y hay relacionarlo con el románico francés y las grandes iglesias de peregrinación. En el ábside central, podemos observar un descendimiento de la cruz, el Santísimo Misterio, del año 1251, formado por siete figuras que dejan entrever los primeros trazos góticos en el tratamiento de los rostros, aunque los cuerpos son plenamente románicos.

Fundado por Guifré II, conde de Besalú, a mediados del siglo X, hoy en día sólo podemos contemplar la iglesia. El claustro era destruido en 1460 y en el siglo XVII, el monasterio estaba en tan mal estado que los ocho monjes y el abad debían residir en casas particulares. Durante el siglo XX se derrumbaron las dependencias monacales y se restauró la iglesia. La iglesia es del siglo XII, de planta de cruz latina. Hay que destacar los cinco ábsides rectangulares, cuatro de los cuales se encuentran en el transepto y no se diferencian desde el exterior. El campanario, de dos pisos y erguido sobre el cimborrio, da dinamismo al conjunto arquitectónico. La gran sencillez en la construcción del edificio y la poca decoración que podemos encontrar, lo acercan a la orden del Císter, donde la sobriedad es elegancia.

Monasterio de Sant Miquel de Cuixà
Sant Miquel de Cuixà es un monasterio benedictino situado al pie del Canigó, en el valle del río de Llitera o ribera de Taurinyà, en el término municipal de Codalet, en el Conflent. Fue fundado por el arcipreste Protasio en el año 879. Fue con los abades Garí y Oliba cuando se convirtió en uno de los centros espirituales y culturales más importantes de Cataluña en tiempos feudales. Es el monumento más interesante de la arquitectura prerrománica o del románico inicial. El actual conjunto monástico es el resultado de tres momentos constructivos: el templo consagrado en 974, las reformas y nuevas construcciones del abad Oliba durante la primera mitad del siglo XI, y el claustro corresponde a la época del abad Gregori. El Monasterio de Sant Miquel de Cuixà ha sido elegido por votación popular como una de las Siete Maravillas del patrimonio cultural material de Cataluña.

La abadía de Sant Martí del Canigó se encuentra a 1.094 m de altura, detrás de un afloramiento rocoso del macizo del Canigó, a las alturas del pequeño pueblo de Castell de Vernet, en el Conflent. Es hacia el año 997 (primera mención de esta abadía), por iniciativa de Guifré II de Cerdanya, conde de Cerdanya y del Conflent y gran nieto de Guifré el Pelós, que se emprenden las obras de construcción de la abadía iris del Canigó para hacer venir una comunidad de monjes benedictinos. Los primeros vendrán desde la abadía de Sant Miquel de Cuixà. Las donaciones de los condes de Cerdanya impulsan, rápidamente, el crecimiento de la abadía, que se convierte en uno de los principales monasterios de la región, el cual rivaliza con el de Sant Miquel de Cuixà y el de Arles. Los capiteles del claustro datan del siglo XII y del siglo XIII. El terremoto de Cataluña de 1428 destruyó el monasterio. La comunidad religiosa lo abandonó entre 1783 y 1785. La abadía de Sant Martí del Canigó es un lugar donde todavía se mantiene la vida religiosa, regida por una comunidad católica.


“Canigó” de Jacint Verdaguer.
Después de L’Atlàntida (1877) y Idil·lis y Cants Místics (1879) y dos volúmenes de tema montserratino (1880), la publicación de Canigó (1885) significó la confirmación del genio poético de Jacint Verdaguer (Folgueroles 1845 – Vallvidrera (1902) y la culminación del renacimiento literario catalán. Concebido como una leyenda romántica, Canigó tiene elementos que permiten una lectura simbolista, dentro del contexto de la nueva poesía del momento. Su componente mitico-patriótico, y sus excepcionales aciertos lingüísticos y formales, hacen de ella una obra de referencia ineludible en la literatura catalana contemporánea.
“Records d’un Excursionista” de Carles Bosch de la Trinxeria.
Las narraciones de Records – a medio camino entre el romanticismo y realismo, y con un fuerte componente costumbrista – actualmente son una lectura que puede atraer muchos lectores, porque puede ser un libro de excursiones, una colección de relatos costumbristas, una fuente para encontrar nuevos itinerarios, y muchas otras cosas más. Pla i muntanya (1888), L’Hereu Noradell (1889), De ma collita (1890), Montalba (1891), L’Hereu Sobirà (1891), Tardanies (1892) y Lena (1894) son las obras que, con Records d’un Excursionista (1887), forman la producción literaria de Carles Bosch de la Trinxeria. Una producción que ve la luz en un momento clave para la formación de los modelos de prosa literaria catalana moderna.
Libro muy fotográfico de los pastores de la zona del Macizo del Canigó y entornos, tras largas conversaciones en la montaña estival. Imágenes, dibujos y cuentos pirenaicos, historias vividas con los pastores, leyendas conocidas o inventadas. Todas las imágenes están expuestas al refugio de Marialles.
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